El niño era Guillermo Aguirrezabala, conocido entonces como el “loquito de las piedras” por su espontánea pasión paleontológica. El “ave del terror” que había descubierto deslumbró a científicos de todo el mundo y fue bautizada años más tarde como Kelenken (ser mitológico tehuelche) Guillermoi (en su homenaje). Una especie nueva, la más grande, de estas aves predadoras.
El descubrimiento fue ganando fama, mereció un documental de NatGeo y entusiasmó a la comunidad de Comallo. El intendente de Comallo, Raúl Hermosilla le comentó el tema a la entonces Ministra de Turismo y hoy Gobernadora de Río Negro, Arabela Carreras, quien vislumbró el poderoso atractivo de la riqueza fósil de la localidad de la armonía.
Así nació el proyecto de Paleoparque de Comallo, idea que en este 103º aniversario del querido pueblo reunió a las autoridades provinciales y al precoz paleontólogo, hoy con 36 años e investigador del Conicet en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, para la histórica licitación que hará realidad el emprendimiento.
Vértigo
Guillermo había salido ese día de marzo de 1999 con su amigo Silvio Cordero e intuyó que eso era algo distinto a todo lo que había visto.
“No había televisión, mucho menos internet. No sabía nada del tema, sólo estaba fascinado y así fui avanzando”, relató Guillermo, resumiendo en pocos minutos el vértigo en el que entró a partir del descubrimiento.
Buscó ayuda en aficionados de Bariloche, que les enseñaron a extraer el fósil en un “bochón” y lo trasladaron al incipiente Museo Paleontológico Bariloche. Allí empezaron a estudiarlo con sumo cuidado.
Comunicaron el hallazgo al principal investigador argentino de estos fósiles, Luis Chiappe, descubridor del primer saurópodo de la Patagonia y hoy una celebridad de Estados Unidos, al frente del Museo de Historia Natural del Condado de Los Ángeles y del Instituto de Dinosaurio.
“Era enorme, nos dejó atónitos”, expresó Chiappe a NatGeo, quien viajó enseguida a Bariloche con sus colaboradores para conocerlo en persona. Era un cráneo de 70 centímetros de largo, con un fuerte pico. “Era la cabeza del ave más grande del mundo, de mayor tamaño aún que el de un caballo”.
El estudio corrió a cargo de Sara Bertelli y Claudia Tambussi (también de gran prestigio), quienes junto a Chiappe lo nominaron y registraron en 2007 a nivel internacional, con toda la información necesaria disponible para decenas de científicos de todo el mundo que peregrinan por Bariloche, donde están los restos, y por Comallo, para ver el sector de “afloramiento” en donde fueron encontrados y donde se erigirá el Paleoparque.
Grandes cambios
“Me dijeron que Chiappe venía a Bariloche y fui a conocerlo. Yo pensaba estudiar Psicología pero cuando lo conocí me cambió todo. Es como un chico que juega al fútbol y se encuentra a Messi. Él me dijo: ‘dedicate a esto, estás para esto’. Y me dediqué a la Paleontología nomás”, dijo Aguirrezabala.
Este hallazgo cambió la perspectiva de los investigadores del continente americano completo. Tenía entre dos y tres metros de alto, pesaba 180 kilos y desarrollaba velocidades de hasta 70 kilómetros por hora. Vivió y mandó por 158 millones de años.
Antes se creía que en esta zona dominaban los mamíferos entre los predadores. Pero era el Kelenken el más poderoso cazador. Estas aves además no eran carroñeras sino cazadoras, ágiles y muy poderosas. De un picotazo podían matar un animal grande al que corrían. Y con su inteligencia daban vuelta los grandes ungulados (armadillos), protegidos por un grueso caparazón, y lo desgarraban desde abajo.
“Una máquina de matar, el superdepredador de toda Sudamérica”, como lo define el documental. Así el mundo científico descubrió 17 especies de aves del terror, con el Kelenken en lo más alto del podio.
La región era muy diferente entonces. La zona de Comallo era parte de la enorme Formación de Collón Cura.
Ya estaba formada la cordillera de los Andes y en lugar de estepa había una sábana o pradera tipo africana, en la que se enseñoraba el Kelenken, rodeada por selvas subtropicales (parecidas a la actual Selva Valdiviana del suroeste rionegrino y Chile), en las que incluso habitaban monos que hoy se ven en Misiones o el Amazonas.
El Atlántico estaba mucho más cerca, con su famoso megalodón, un tiburón gigante del que hay rastros también en la meseta rionegrina, cerca de allí.
Patrimonio único
La idea del Paleoparque de Comallo apunta a rescatar y representar una historia única, que no se encuentra en los museos argentinos y se ve poco en el mundo.
Abarca desde hace 65 millones de años, cuando se terminaron los dinosaurios y su dominio de la Tierra, hasta hace 15 millones de años, cuando los volcanes y movimientos tectónicos volvieron a imponer cambios drásticos.
A principios de esta era se separaron los continentes y luego se formó el itsmo de Panamá. Eso provocó migraciones al sur y al norte de la fauna, y estas aves del terror encontraron caminos para extender sus territorios.
“El Paleoparque mostrará esto, que no se ve en ningún museo del país. La idea es que la gente vea allí cómo era la zona de Comallo hace 15 millones de años. Primero se avanzará en la infraestructura del museo, la delimitación. Luego vendrá el momento de los paleoartistas y el diseño del contenido. Imagino que con la finalización de la ruta nacional 23 esto le dará un gran atractivo a Comallo”, expresó Aguirrezabala.
El joven investigador de Comallo no ocultó su orgullo por el proyecto y alegría por vivirlo desde adentro y desde el principio. “Me hace feliz que este hallazgo y otros en la región, sean la semilla del Paleoparque, y la conjunción de la inversión en la ruta, el trabajo de la provincia en los destinos turísticos y la puesta en valor de la Municipalidad, hacen que esta idea sea viable a corto plazo”, afirmó.